-

:·:·:·:·:·:·:·:·: :·:·:·¿Cuál de todas tus personalidades prevalece cuando estás en soledad?:·:·:·:·:·: :·:·:·:·:·:·:·:·:
-·-

3.03.2008

El libro

El día empezó muy temprano y todavía no termina. Ella tiene el pelo desordenado y opaco por la nicotina y una mano sobre el libro plateado. Mira sus dedos sobre la tapa. Tengo manos de nena, piensa y se impresiona. Sin decir nada, empuja el libro deslizándolo por la mesa hacia él. El gesto significa te lo presto.


- Es tarde- dice ella.

- Bajo a abrirte- dice él.

El ascensor apenas les da lugar a los dos y baja muy despacio. Él, ahora cómo la saludo. Ella, mis manos son pequeñas. Arriba, recortando el brillo de la fórmica, el libro.

Llega a su casa casi exactamente veinticuatro horas después de haber salido a trabajar. En tres horas tendría que estar levantándose para ir a la oficina otra vez. Pero no porque es viernes. Mejor dicho, ya es sábado, piensa. Entra a su casa pisando apenas, por suerte se siente flotar y no hace ruido. Desde el fondo de la habitación un ronquido constante oculta el tiempo que le lleva hacer pis después de haber tomado tanta cerveza. Lo único que se saca son los zapatos y se acomoda entre las sábanas, al lado de ese ser que ruge húmedo y en el límite de la traición.

*
Los primeros ojos que se abren al otro día, son los que se posan sobre el libro, que está al alcance de un estirón de brazo, en el piso, al lado de la cama. Después de que ella se fue, él había querido leer algo, pero las letras titilaban y le hacían acelerar el pulso. ¿Para qué se lo había pedido? Tenía que leerlo porque así había una excusa para conversar con ella. ¿Y qué le diría? ¿Entendería algo para poder hacer un comentario inteligente sobre ese libro? Ella estaba tan entusiasmada con esos ensayos.

Después es el ronquido que se corta y que mira al costado de la cama. Tal vez debería despertarla. Siente que tiene dos opciones. Zamarrearla, preguntarle a qué hora llegó, decirle que él no está para mantener borregas impertinentes, decodificar su voz culposa. Ella va a decirle que después del trabajo práctico se fueron todos juntos a comer una pizza, y va a mentirle, porque se quedó cenando con un compañero de facultad cuando los demás se fueron, charlando del discurso de la publicidad y esas cosas.

Prefiere aplicarle el castigo del silencio. No la va a despertar, y no le va a dirigir la palabra nunca más.

Ahora le llega el turno de despertarse a ella. El olor a cigarrillo en el pelo le acentúa el dolor de cabeza. Buenos días, dice cuando llega a la cocina, pero nadie le responde. Esto no pasa por primera vez, y tal vez sea el momento de terminar con el escapismo. Aceptar que ama a ese hombre y no quiere lastimarlo. No permitirse nunca más ese tipo de libertades que está por llevar a la crisis su matrimonio.

Decide disculparse, prometerle que no va a llegar tarde nunca más. Y cuando él le plantee el tema de la diferencia de edad, ella va a volver a jurarle que lo quiere con toda el alma, aunque la semana que viene ella cumpla 22 y él ya pronto cumpla los 45.

- Ey, dije buenos días.

- ...

Se acerca, lo abraza, él se corre.

- Se me hizo tarde.

- Ya lo creo.

- Pero...

- No me importa, yo sabía que este momento iba a llegar.

- ¿De qué hablás?

- ¿De qué te parece que hablo?

- No sé.

Y ella se calla. Si él no le pide explicaciones y ella las da, se va a ir todo al cuerno. Igual, cuál es el problema. La cursada del segundo cuatrimestre ya terminó y no tiene que verlo más hasta el año que viene. Habían quedado en ir juntos a presentar el práctico, pero ella pondría una excusa.

*
Había terminado de leer el capítulo del que ella le había hablado. Había ido solo a presentar el trabajo final. Había intentado llamarla al celular, estaba siempre apagado. Había mandado mails, de los cuales no había recibido
respuestas.


Pero tenía el libro.